
El apego es un vínculo emocional que se desarrolla entre padres e hijos a edad temprana. Este vínculo es necesario para sobrevivir ya que, de acuerdo a la teoría del apego, es el encargado de brindar sensaciones de seguridad, ansiedad, temor o estabilidad, según sea el caso. El apego entre padres e hijos es un mecanismo de supervivencia y elemento fundamental para el buen desarrollo del menor.
El apego se da gracias a la peculiar proximidad entre los niños y los cuidadores que son los encargados de proveer alimento, apoyo, cuidado y protección desde nacimiento.
El apego es la clave para crear nuestros lazos afectivos y establecer relaciones de calidad como adultos…
Es importante mencionar que el apego no se da necesariamente entre los padres biológicos sino que se desarrolla con la persona más cercana al pequeño y la cual satisface las necesidades primarias.
El apego tiene que ver con el contacto físico, los deseos compartidos, la sensibilización y la empatía, como parte de la crianza y desarrollo emocional de toda persona.
El apego es fundamental para tener relaciones de calidad cuando somos adultos, y sirve como guía y panorama respecto al desarrollo de posibles patrones que se pue
den generar dependiendo el tipo de apego y vinculo que se conforme durante diversas etapas de la vida.
Muchas de tus reacciones como adulto tienen origen en el apego que desarrollaste en la infancia…
Por lo regular, el apego se afianza en los primeros 3 años de vida y se conserva durante todas las etapas, siendo una característica primordial.
Las personas podemos desarrollar tres tipos de apego desde pequeños, dependiendo de la fusión que establecemos con nuestros padres o cuidadores.
Apego seguro. Se da un sentimiento de seguridad y confianza ante la comunicación afectiva constante, un acercamiento y demostración afectiva por medio del contacto físico. Se percibe al cuidador como disponible y esto fomenta la seguridad personal desde inicios.
Se permite explorar el mundo confiando que se puede alejar sin miedo al abandono por parte de la madre o la persona a cargo con tolerancia a la ansiedad. Es una reacción normal que el pequeño llore o proteste cuando no está la madre ya que nota la presencia o ausencia de esta y reclama ante la separación. Este tipo de apego trae consigo relaciones basadas en la confianza y el desapego suele realizarse de una manera positiva.
Apego ansioso. Se presenta cuando el cuidador no mantiene los lazos estrechos con el niño y no se transmiten sentimientos o emociones continuamente. Hay inconsistencias e incoherencias en los actos que involucran al cuidador, seguridad y apoyo desde el nacimiento.
El cuidador se encuentra pendiente del niño, solo en ocasiones, lo cual provoca ansiedad, miedo a la separación y pocos elementos para descubrir el entorno por sí mismo. Aparecen sentimientos de inseguridad, enojo, resistencia e inadecuación al ambiente por falta de confianza primaria.
En este tipo de apego, el niño padece de consistencia emocional por parte del cuidador desde edad inicial. Se presentan reacciones de evitación o huida hacia la madre o persona encargada descargando a través de enojo, irritabilidad y puede traer como consecuencia el ausentismo escolar, vínculos dependientes y constante necesidad de reconocimiento.
Apego desorganizado o desorientado. Existe una reacción disociativa ante las demandas del niño. Sus necesidades son cubiertas de forma poco constante. Se dan conductas contradictorias por parte de la madre lo cual provoca inseguridad y confusión en el niño, presentando reacciones defensivas y poco adaptativas en el entorno como lo son expresiones dicotómicas.
Físicamente, se puede presentar encorvamiento y expresiones faciales de temor y cambios bruscos emocionales en el niño. Un ejemplo de este apego se puede dar al presentarse una depresión post parto de la madre o algún evento traumático no resuelto en la etapa del embarazo.
La separación durante el apego debe de darse de forma paulatina y es una acción sana que representa el inicio de la autonomía, seguridad y capacidad de valerse por sí mismo a diferentes niveles de acuerdo a la edad y, a la vez, ir consolidando otros apegos que serán importantes para su crecimiento.
Muchas de las reacciones que se tienen en edad adulta tienen raíz en el apego desarrollado en la infancia. Por ello, te invito a reflexionar acerca de la cercanía y la relación que tienes con el núcleo primario de tu vida, tus padres y cuidadores, y hacer conciencia del cómo interactúas. Esto, te ayudará a saber si necesitas apoyo de un especialista para mejorar tus apegos y la seguridad con que te enfrentas al mundo.