¿Cómo te adaptarías al cambio si de un momento a otro perdieras a un ser muy querido, te quedaras sin trabajo o te detectaran una grave enfermedad? Bien, pues esa capacidad para reaccionar y adaptarte es lo que se denomina Resiliencia. A continuación, te la explicamos y te decimos por qué deberías integrarla en tu forma de ser.
Una persona resiliente es como una pelota que, cuando cae, tiene la capacidad de rebotar para elevarse de nuevo. Mientras más intenso es el golpe, mayor es su capacidad para resurgir y levantarse…
Este ejemplo, ilustra muy bien lo que es la resiliencia. Se trata de la capacidad que tiene una persona para hacer frente a las adversidades y reaccionar positivamente a ellas. Ojo, la resiliencia no es no tener problemas, sino aprender a enfrentarlos y superarlos con actitud positiva, recuperando rápidamente su equilibrio emocional.
Por supuesto que puedes desarrollar la resiliencia, ya que se trata de una característica que incluye pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas e integradas en tus hábitos mentales y los de cualquier persona.
Algunos ejemplos de conductas que favorecen la resiliencia y que puedes aprender y practicar son:
La capacidad para manejar tus emociones y sentimientos
La confianza en ti mismo y en tus capacidades
El comunicarte asertivamente para resolver tus problemas
La capacidad para seguir tus planes paso a paso y cumplir tus objetivos
Aprender a salirte de tus zonas de confort para acostumbrarte a los cambios
Establecer relaciones interpersonales que te sirvan de apoyo
Ninguno de nosotros está exento de vivir sucesos trágicos que cambien nuestra vida de un momento a otro. Cuando atravesamos una situación difícil, se ponen a prueba muchas de nuestras capacidades psicológicas, mismas que determinarán si caemos o nos levantamos rápidamente. Por eso, es tan importante desarrollar la resiliencia y reforzarla con pequeños hábitos de pensamiento y actitudes positivas.
Para desarrollar resiliencia no necesitas ser una persona superdotada, ni tener cualidades especiales. Simplemente, necesitas conservar la flexibilidad y el equilibrio en tu vida. Esto, lo lograrás por medio de hábitos de pensamiento que vas adquiriendo en el día a día.
Para comenzar, asume con buena actitud las exigencias y los retos de cada día, piensa que todo pasa por algo y que cada problema te hace más fuerte. Enfrenta con entusiasmo cada situación complicada y encuentra en ella una oportunidad para mejorar y crecer.
Siempre, siempre, detrás de cada obstáculo se esconde una gran oportunidad…